A veces veo estos signos invisibles y, a través de la pintura, trato de hacerlos visibles. Incluso con los ojos llenos de “cemento y lágrimas”. Creo que la primera mirada a todas las cosas tiene que ser una mirada salvaje. Del que no clasifica, no etiqueta. Ve las sombras y las luces, los contrastes y la armonía, y así establece una transparencia, un dejarse ver más allá. La próxima mirada tiene que ser más refinada, que lea entre líneas y busque significados invisibles al ojo profano.

  ¿Y qué significados busco? Para averiguarlo, tuve que desnudar el alma, desatar el cuerpo y ensamblar los fragmentos. Como decía Nejar, necesitamos “áreas de valentía insolubles” para saber quiénes somos, quitarnos las máscaras frente al espejo y con una pala pequeña para quitarnos capas. “No somos solo lo que existe. Hay capas que guerrean. Somos también lo que no existe ”(Carlos Nejar). Y en esta búsqueda de ser y no ser, trato de establecer contacto.

  Poseer ojos nuevos, mirar algo tan familiar como si fuera la primera vez, ¿es este el gran secreto del arte: poseer ojos ajenos?

  Una de las funciones del arte es alejarnos de la realidad para sumergirnos aún más en ella, y nos obliga a reconocer las cosas invisibles, cosas que no hemos visto antes.

  El paisaje de mi memoria es subterráneo, laberíntico, macunaímico; formada por parches, hechos de detalles inesperados del espacio y ventanas que se abren a un tiempo anterior que sirven como claves para reabrir mi pasado. Creo que Vale Veneto era, y sigue siendo, una especie de camino hacia el patio trasero de mi casa. Como dijo Lia Luft, "Estoy en el corazón de un ciclo de cierre".

  Cual es mi paisaje? Cuando respondí eso, vi que estaba escondido detrás de las montañas de Vale Veneto, tomando prestado de allí un recuerdo que no era mío.

  Me di cuenta de que Vale Veneto no me pertenecía. Con eso, sentí la necesidad de buscar mi paisaje.

  Y pregunto: ¿el paisaje de Vale Veneto escondió “mi verdadero paisaje”? ¿Cuál es el punto de encuentro entre los dos? Lamentablemente todavía no tengo estas respuestas, o mejor dicho, no las tengo claras.

  Encontré algunas pistas. Poseer ojos nuevos, mirar algo tan familiar como si fuera la primera vez, ¿es este el gran secreto del arte: poseer ojos extranjeros?

Santa María, febrero de 2003.